Grupo de jóvenes dando la espalda
OPINIÓN

¿O hay elecciones?

La fórmula de ‘Valle de los Caídos + cine a dos euros + pensiones con el IPC’ es difícilmente superable y en ella los jóvenes no pintan nada

La noticia es de estos días y dice que los mayores de 65 años podrán ir al cine por dos euros. Muy bien. Ya nos contarán qué tal la peli. La reacción entre los jóvenes fue la misma de siempre: indiferencia. Como mucho, alguno que estaba informado de cómo funciona el sistema de pensiones protestó un poco.

¿Qué sugiere esta indiferencia? Que los jóvenes van por libre. Quiero decir: que hacen sus planes contando al mínimo con el Estado. Sepan o no verbalizarlo, captan que todo esto es un parque temático que no está pensado para ellos. Y cuando sí tienen en cuenta al Estado lo hacen pensando en una entidad vagamente molesta a casi todos lo niveles. Pagar impuestos, conseguir esto o el otro papel, renovar alguna matrícula. Cosas así.

Por lo demás, el Estado se les presenta como algo perfectamente inútil para sus problemas reales. En esencia, la vivienda y los salarios. Y la política la perciben como un ronroneo constante que entretiene a sus padres y, más aún, a sus abuelos. Poco se habla de la función lúdica que tiene la política para muchos jubilados.

Hemiciclo durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados, a 27 de febrero de 2024, en Madrid (España)

De hecho, el otro día estaba yo en un bar de chinos de Sant Andreu y tenía en la mesa de al lado a un grupo de jubilados de la ANC que habían ido a cenar para decidir a quién elegían como delegado de no sé qué. Al final, pospusieron la votación unos días y decidieron verse en casa de uno de los jubilados bajo el compromiso de que tuviera “la nevera bien llena de cervezas”.

El agravio comparativo fue delicioso porque, al día siguiente, andaba yo con un colega de veinticinco años. Le pregunté que a quién iba a votar en las autonómicas y me respondió “¿O hay elecciones?”.

Queipo de Llano, esa marca de ropa

Lo que quiero decir es que los jóvenes son outsiders funcionales. Y no por rebelarse contra el sistema o alguna parida de estas. Es más sencillo. Para sus problemas y necesidades, el teatro de la partitocracia es eso: un teatro. Y esto no es ni lucha generacional, ni victimismo, ni nada por el estilo. Simplemente, son las cartas.

Es por esto que casi la mitad de los hombres menores de veinticuatro años cree que se ha ido demasiado lejos con las políticas de igualdad. Los discursos feministas que ven en este fenómeno una contrarreación del patriarcado, una sublevación contra la pérdida de sus privilegios y cosas así se pasan de largo. Creo que es más sencillo. Simplemente, los chavales perciben el feminismo como una monserga inconcreta venida desde las alturas.

O lo que es lo mismo: entienden el feminismo como otro discurso más que ha sido convenientemente institucionalizado por la partitocracia. Algo que, a su vez, lleva a la Tània Verge de turno a concluir que el feminismo es más necesario que nunca y así sucesivamente. En fin, un cuadro.

Tania Verge e Irene Montero posando juntas sonriendo

Por no hablar del tema del franquismo, que ya es la sublimación de la política por y para boomers. La fórmula de “Valle de los Caídos + cine a dos euros + pensiones con el IPC” es difícilmente superable. Pido que se pongan un momento en el lugar de un joven. Pero no por aquel rollo humanista de ponerse en el lugar de los débiles y los oprimidos. No. Me refiero a ponerse casi cognitivamente en el sitio de un joven. Pues bien: imagínese lo que le importa el Valle de los Caídos a un joven que igual piensa que Queipo de Llano es una marca de ropa sevillana y que de la prensa tiene el recuerdo de su abuelo haciendo el crucigrama de La Vanguardia.

Y si por casualidad acaban en un debate sobre el tema del franquismo casi siempre acaban concluyendo que Okey Makey. Que está bien la memoria histórica, no enaltecer el fascismo y todo eso. Vale, pues que desentierren a Franco o que lo vuelvan a enterrar o que lo hagan lo que quieran, piensan. El caso es que muchos no salen de casa de sus padres. Y así con casi todos los contenidos de la política española. La pregunta entonces es: ¿Quién vive aquí en un mundo paralelo?

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