2 piezas de puzzle con la bandera de Cataluña y del País Vasco
OPINIÓN

Fachas

Cataluña y País Vasco comparten como parte de su estrategia política: la lengua como sistema de segregación racial y clasista

Se avecinan elecciones en el País Vasco y Cataluña, dos territorios que han ido de la mano en la ensoñación nacionalista, a pesar de formar parte —y ser parte—, de la más grande nación que ha conocido la historia; esa en la que nunca se ponía el sol.

La que llevó universidades a donde había sacrificios, la que inventó el mestizaje y protegió por primera vez a los conquistados con el mismo escudo de derechos que tenían los conquistadores. Una nación, esta sí, indiscutible.

En el País Vasco, las ideas de un loco de atar y en Cataluña la avaricia de una familia que acabó imputada al completo por los delitos habituales de las organizaciones criminales, han liderado a millones de personas al abismo que hoy se empieza a traslucir en sus sociedades. No se recuerda en Europa una trama de corrupción que implique a un matrimonio con poder y a sus siete hijos (también alguna expareja); tendríamos que retrotraernos a la mafia italoamericana para encontrar escenarios así.

Pero la dictadura silenciosa que domina medios, cultura, educación y movimientos asociativos, genera rehenes; la historia es testigo. Todos los que nacimos en los 70 hemos escuchado mil veces aquello de “con Franco se vivía mejor”.

También han ido de la mano las dos comunidades autónomas en la utilización de la violencia como estrategia política. Cataluña se dio cuenta del éxito que la coacción violenta había tenido en las vascongadas a la hora de configurar una sociedad monocromática, donde la mayoría se adaptaba como método de supervivencia, así que decidió crear sus CDR y espiar a los niños en los coles para ver si hablaban español los muy fascistas.

Varios jóvenes juegan con una pelota en la manifestación de los CDR durante la huelga general en Catalunya en reacción a las penas por el 1-O, en Barcelona (Cataluña, España), a 18 de octubre de 2019.

Al final, los monstruos no tienen límite en su voracidad, y aunque la primera intención fue no pasar de eso que llaman “terrorismo de baja intensidad”, un grupo de estos elementos de disidencia controlada fue detenido en posesión de explosivos. Pero seguro que eran explosivos solo para asustar, de los amnistiables, para el carapera de Bolaños. Terrorismo, pero poco, que nos jugamos el escaño y los cinco mil euros mensuales.

Otra cosa comparten estos dos pueblos como parte de su estrategia política: la lengua como sistema de segregación racial y clasista; es decir, la lengua para justo lo contrario de para lo que se inventó. El lenguaje nos diferencia de los animales al dotarnos de una capacidad elevada de comunicación. El que crea barreras a esa comunicación donde no las hay, nos devuelve al estadio animal.

La lengua como método de señalamiento, de persecución, de cambio de perfil racial, porque los hispanoamericanos no quieren aprender catalán, los muy desagradecidos, así que vamos a empezar a importar gente de otro continente que a esos les va a dar igual aprender una lengua que otra. Es mejor quedarse sin médico en un pueblo, a tener uno que hable el idioma de los opresores; es decir, de los abuelos de los CDR.

Por supuesto, lo anterior no opera para Messi. Para un tipo que salva vidas, sí; pero para Messi, no. El clasismo ni disimularlo.

El problema para Cataluña y País Vasco va a empezar ahora. Hace unos años dije, en una conferencia en referencia a una violación en manada que acaba de ocurrir en Bilbao, que los procesos de inmigración ilegal desbordados en el espacio y en el tiempo iban a ser una máquina de deshacer independentistas. La creación de sociedades paralelas con nuevas dinámicas sociales y nuevos códigos de violencia, escupirán a la cara a muchos vascos y catalanes, algo evidente, que comparten casi todo con un leonés o un sevillano, y casi nada con alguien que viene de otra cultura que nada tiene que ver con la suya.

Y que constatar esto no tiene nada de racista (de esto te das cuenta generalmente cuando lo sufres), pues nada tiene que ver el problema con la raza o nacionalidad de una persona, sino con el impacto del origen y la cultura en un proceso social desbordado cuantitativamente, y, por lo tanto, imposible de integrar en la sociedad de acogida.

Este proceso desbordado e imposible de adaptar a nuestra sociedad, es parte de un plan político que pretende cambiar el censo electoral para mantener el trono de poder. Es mucho más difícil convencer a alguien para que se adhiera a una causa, cuando precisamente huye de los estragos que esa causa ha provocado en su país. Cualquier venezolano que haya huido del hambre y la persecución socialista en su tierra, no te va a comprar el experimento aquí. Ya lo ha vivido y sabe que es un engaño. Así que, como futuros votantes, no interesan mucho.

El corredor sur del Mediterráneo ha tenido que enfrentarse a este problema por proximidad geográfica, obligados; pero Cataluña y País Vasco no, en estos dos territorios, ha sido por decisión política. Una decisión que empieza a traer consecuencias.

Los incrementos exponenciales en la criminalidad violenta que traen esas nuevas sociedades paralelas, ya los disfrutan países como Francia o Suecia, y están empezando a disfrutarlos en Cataluña y las Vascongadas. Y aquí viene el problema para la maquinaria de adoctrinamiento separatista, que los seres humanos tenemos un instinto atávico que opera por encima del resto, un instinto que no negociamos: el de protección de la prole (por extensión de la familia), grabado a fuego durante siglos y siglos en nuestro ADN. Cuando vemos eso en peligro, nuestras filias y fobias cambian, nuestra manera de ver el mundo se reordena, nuestros dogmas desaparecen.

Varios Mossos de espaldas mirando hacia las casas okupadas La Ruïna y Kubo de la Bonanova con mucho humo en el aire

Las crisis económicas traen alternancias en el poder, pero no cambios abruptos. El fin de la socialdemocracia sueca después de 40 años de gobierno no llega por la crisis de 2008, llega por el crimen. Meloni en Italia no llega por una caída de la economía, llega por el crimen. Lo mismo opera para Le Pen, actualmente número uno en las encuestas en Francia. El partido político deja de ser como el equipo de futbol cuando temes por tu hija cuando esta sale de casa, ya no hay que defenderlo hasta el final.

El proceso hacia la luz no es rápido, pues la maquinaria de coacción social es enorme y genera mucho miedo; miedo a que te llamen facha, que es lo peor que te puede pasar en tu entorno. Por eso el cambio nunca es abrupto, de momento en Cataluña, por primera vez en mucho tiempo, el tinglado económico nacional-indepe no triunfó en las últimas elecciones generales, aunque la gente se decantara por proximidad por el PSOE (ya piensan como el supuesto facha, pero aún tienen miedo de que se lo llamen).

Cuando se den cuenta de que nada cambia, de que su barrio cada vez está peor, de que con el charnego y el maqueto se iban de vinos, discutían de futbol y contaban chistes de Franco; que eran felices, vamos, pero alguien les engañó diciéndoles que eran enemigos, entonces reaccionarán como han hecho en el resto de Europa y están empezando a hacer en Hispanoamérica: protegiendo a la prole, protegiendo lo propio.

El proceso, como digo, será lento. Soy asturiano, sé de lo que hablo. Allí acabaron con todo: minería, siderurgia, astilleros… todo; y ahí siguen gobernando por el miedo atroz que hay en mi tierra a que te llamen facha; y facha es todo aquel que no se someta a su ideología (convertida ya en negocio). El día que perdamos ese miedo, todo cambiará.

Cataluña y País Vasco están más cerca del abismo de lo que creen. La criminología moderna nos demuestra lo poco que se tarda en perder un territorio. Francia se perdió en 20 años. Suecia en 15. Catalanes y vascos ya llevan 5 camino del precipicio. Si eres de allí, piensa en tus hijos y en el mundo que les quieres dejar.

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