Dos millones de personas en un día
Las islas alcanzan su récord de masificación en el verano de 2023
Llegan noticias de que en cierto día de este verano se rozaron los dos millones de personas en la isla de Mallorca. Recordando que Mallorca tiene 90 km de punta a punta, esto significa que hemos alcanzado, al fin, un nivel de densidad poblacional propia de un cultivo bacteriano, retrocediendo varios millones de años en Dignidad Evolutiva.
Para que el lector se haga una idea, en Palma (según informaba esta semana un rotativo local) se están cobrando 120 euros a los clientes que anulan a última hora su reserva en un restaurante.
La presión empuja los precios al alza y los precios al alza aumentan la presión: en medio de este círculo vicioso estamos los mallorquines como Dorothy en el centro de un huracán que ni te saca de Kansas ni te lleva a ninguna parte: se limita a borrar el paisaje a tu alrededor, ensuciarlo todo y provocar jaquecas de pesadilla.
Las violaciones grupales de este verano, quizás, sean solo el comienzo de un Nuevo Tipo de Convivencia, en la que debamos suponer que nuestro prójimo, completamente enloquecido a base de after sun y sangría de lavadero de coches, o bien saltará desde todos los balcones a su alcance, o bien intentará violar hasta al bedel del hotel.
Quizás lleguemos a ver (qué hermoso sería) a turistas violando a otros turistas mientras saltan desde el balcón, trazando una hermosa parábola de muerte, rumbo al embaldosado de la piscina, en un último ímpetu de lujuria luciferina.
El gobierno Prohens ha anunciado que reabrirá la bolsa de plazas turísticas, de modo que hay que preguntarse dónde piensan meter a las nuevas manadas de hooligans: solo quedan las cimas de la sierra de Tramontana o los túneles del alcantarillado.
Toda vez que las montañas están ocupadas por los militares y sus radares, podemos imaginar que las alcantarillas serán vendidas como “Underground Mediterranean Experience” y veremos en la televisión a familias danesas nadando en la oscuridad, rebozadas en mierda hasta el cuello, explicando que lo mejor de Mallorca es su apuesta por la gestión de los residuos orgánicos.
Como que los turistas, por lo general, se ahogan sin llevarse al fondo del mar más que su gonorrea, como que se apalean y violan entre ellos, como que vomitan sobre sus propios buffets libres, los mallorquines hasta ahora hemos podido sobrevivir sin más que unas mínimas precauciones higiénicas. Pero esto, señores, se está desbordando.
El terror proviene del hecho de que si un hooligan acertara a formar un partido político, suya sería la victoria electoral sin discusión, por pura desproporción aritmética. Mejor no dar ideas.
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