¿Antisionismo? No, es el antisemitismo de siempre
Nuestra izquierda se ha lanzado a una ordalía anti-israelita que presentan como “antisionismo”
Mientras dura la guerra de Gaza, nuestra izquierda se ha lanzado a una ordalía anti-israelita que presentan como “antisionismo”, como si el término fuera a absolverles del pecado de antisemtismo. ¿Qué podría ser ese “antisionismo”? Incluso en su versión más light, es el rechazo a la existencia misma del estado de Israel.
Por eso incluso nuestros ministros, cuando les da por bajar a la calle con pancartas y ponerse a gritar, corean el lema “Desde el río hasta el mar”, que básicamente es una llamada al exterminio de la población judía y que en Alemania o EE. UU. es considerado como delictivo.
Proliferan las acampadas “pro palestinas” impulsadas por grupos (como bien documentó E-Notícies) que consideran que Hamás no es un grupo terrorista y que los ataques del 7 de octubre no fueron, sino “actos de resistencia anticolonial”; todo tipo de cargos públicos, encabezados por la vicepresidenta Yolanda Díaz, se refieren a Israel como “estado genocida” y dan por buenos los datos ofrecidos por las “autoridades de Gaza”, obviando que en Gaza gobierna Hamás desde 2005; en redes sociales se señala y acosa a todo aquel que no ondee la bandera palestina o se adorne con pañuelos ridículos; en los campus se toleran carteles que rezan “fuera sionistas de la Universidad” y la CRUE ha anunciado la ruptura de relaciones con las universidades israelís; en el colmo del bochorno intelectual, los grupos LGTBI se manifiestan en favor de aquellos (los camaradas de Hamás) que se han propuesto aniquilarlos. En general, se ha entendido que el conflicto tiene una raíz de izquierda y derecha, y que la opción progresista es apoyar al grupo terrorista más desalmado que haya conocido la historia reciente.
En todo el territorio español, las comunidades judías viven con preocupación, cuando no miedo, necesitando protección policial en las sinagogas. Pequeñas empresas o comercios que son considerados “sionistas” son señalados y boicoteados. Todo tipo de grupúsculos antisistema se manifiestan de la mano de los islamistas locales en medio de la impunidad más clamorosa.
¿Por qué puede decirse que no se trata de “antisionismo” sino de antisemitismo? Por una razón muy sencilla: porque nadie podría encontrar diferencia alguna entre lo que hacen estas personas y lo que haría cualquier antisemita clásico dotado del suficiente margen de maniobra.
Israel está luchando nuestra guerra, haciendo de dique de contención contra el islamismo que pretende borrar nuestra cultura de la faz de la tierra. Este nos es un conflicto local, ni colonial, ni siquiera judío: es la primera línea de combate en la pugna entre civilización y barbarie, entre un país democrático y un estercolero de fanatismo, violencia y deshumanización.
Quizás nuestros izquierdistas chillones se creen que olvidaremos con el tiempo lo que estamos viviendo estos meses. No podrían estar más equivocados.
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