Un año más
Como cada año, en estos últimos días de diciembre, toca hacer balance de los 365 días que dejamos atrás
Como cada año, en estos últimos días de diciembre, toca hacer balance de los 365 días que dejamos atrás. Un ejercicio necesario para valorar cómo ha cambiado todo a nuestro alrededor y en el mundo. Y, desde el punto de vista personal, mi propio balance no ha sido fácil.
2024 ha sido el año en el que tuve que despedir a mi padre, que se fue demasiado joven, en los primeros días de enero. Nunca estamos preparados para decir adiós a quien nos ha dado la vida. Y tras haber vivido todo lo que eso conlleva, con todo el lío de tomar decisiones muy rápido, a menudo sin tiempo para reflexionarlas, uno se pregunta si en la escuela no deberían darnos algo de formación para esto.
También ha sido un año de cambios a nivel laboral. De esos que nunca te atreves a hacer, acomodado en un buen puesto y con buenas condiciones, pero que sabes que son imprescindibles para seguir avanzando y creciendo. A menudo nos perdemos en la ambición y olvidamos lo más importante: vivir, disfrutar de quienes te quieren y de lo que la vida tiene preparado para ti.
Como siempre pasa, también ha sido un año en el que te alejas de personas muy importantes para ti y dejas entrar a nuevas en tu vida. Supongo que eso forma parte de nuestro ciclo vital. Y que debe tener algo bueno, aunque también, a veces, provoque un gran derramamiento de lágrimas. No, llorar no es de débiles.
En los últimos 12 meses he tenido muchos viajes. Más de 54.080 kilómetros en avión —sí, los que volamos tanto hacemos estas cosas de llevar un registro de todos los vuelos que tomamos—. Y ojo, que 54.080 kilómetros —sin contar trenes AVE ni coches— suponen una vuelta y media al mundo, que posiblemente habría disfrutado más que los viajes que he hecho, la mayoría por trabajo.
Y viajando por el mundo, visitando países, uno se da cuenta de la suerte de haber nacido en Cataluña, de tener el mar y la montaña a menos de una hora de casa, de poder ir con quienes amas y de poder comer como no se come en ningún otro lugar.
En un contexto cada vez más diabólico, con un mundo que odia demasiado, con nuevas guerras que hemos visto empezar este 2024 en países no tan lejanos, y con políticos en nuestra casa que hacen y piensan en todo menos en los ciudadanos a quienes deberían servir, como vimos en Valencia el pasado mes de octubre, la tranquilidad es un estado cada vez más apreciado.
No sabemos qué nos espera aún en 2025. Aunque parece que lo empezaremos con las mismas guerras, con nuestros representantes políticos tirándose los trastos a la cabeza y con una sociedad cada vez más egoísta y estresada. Así que, amigos míos, tomad un rato para vosotros, sentaos frente al mar y respirad. Lo más importante es seguir leyéndonos dentro de un año.
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