Al final, la sociedad en la que todos tenemos nuestro nicho de responsabilidad, se configura no por esa visión estructuralista de los mercados, sino por nuestras interacciones más pequeñas. Por la compra del pan que hagas hoy. Por la clase que des en la Universidad. Por los puestos de trabajo que cree un empresario. Por los euros que devuelvas al banco Alemán al que se lo pediste prestado hace unos años. Por el tiempo que dediques a educar a tu hijo. Por el artículo que escribes para divulgar alguna idea que creas es necesaria aportar.
Un término que no debemos olvidar nunca: responsabilidad. Algo que no termina de encajar en mis estándares de ciudadano así expresado en términos abstractos, es la falta de responsabilidad que encuentro en muchas personas desempeñando el rol que tiene dentro de la Sociedad.
Y no, no me refiero solo a los políticos. Me refiero también a un trabajador (sí, también nosotros somos responsables), a un profesor por el compromiso que tiene con la sociedad por educar y que siempre alude a la falta de compromiso de un estudiante (un poco más de autocrítica nos vendría muy bien), a un empresario (bueno, esto ya es más común oírlo), a un padre/madre (algo que veo una enorme carga de responsabilidad, a sabiendas de lo que lo importante que son los primeros meses/años para el desarrollo del niño/niña), un periodista, a un bloguero dando consejos a miles de personas sobre comportamientos a asumir o a un entrenador de fútbol ofreciendo un espectáculo lamentable.
Ciertamente, es difícil encontrar a personas que se declaren responsables cuando algo no sale bien. Lo más fácil y recurrido siempre es culpar a alguien ajeno. Es fácil, se reparten culpas, y parece ser que exoneración de ella que queda uno.
En la Universidad, es frecuente esta conversión sobre la evasión de responsabilidades. Los profesores universitarios sufren porque los alumnos vienen poco preparados. La culpa es de los profesores de secundaria y bachiller, y estos a su vez, a buen seguro que culpan a los de primaria, los que a su vez, culparán a las escuelas infantiles… y bueno, no sigue la cadena porque la biología no lo permite.
Llevado al campo de la política, el clásico argumento de “los mercados“. Zapatero lo usó recurrentemente. Lo de las reformas estructurales le parecía cuestión secundaria entiendo. Ahora resulta que todo viene dictado por “Europa” (sea lo que identifique ese término abstracto), por Alemania o por Merkel. Y esto último clama al cielo. Que haya tasas de participación electoral bajas no tiene nada que ver. Tampoco de eso somos responsables. Los políticos no hacen nada más que discutir. No hacen nada por nosotros.
La responsabilidad de las instituciones financieras Españolas de este país, así como de las familias o individuos que asumieron créditos durante la época de la burbuja es de órdago. España, según datos del Banco de España, debe al exterior un total de 1.775.187.000.000 €, a finales del 2011. Y creciendo en años siguientes.
En esta espiral de deuda: bancos, cajas de ahorro, promotoras inmobiliarias, familias, etc. Todo el mundo se hipotecaba, pero ahora nadie parece asumir la responsabilidad de haberlo hecho. Bueno sí, la culpa la tiene Alemania que como hizo las reformas a tiempo, y acumuló saldo positivo en su balanza comercial, decidió prestar dinero a sus vecinos del sur. Está claro: la culpa es de Alemania por haber estimulado a los españoles a endeudarse.
Rendir cuentas en España es muy muy difícil. Si pasa algo, como en el patio del colegio: la culpa la tiene otro. El gobierno local echará la culpa a la Diputación. La Diputación, dirá que es cuestión del Gobierno Autonómico. Este (que tiene mucho más poder y competencias de las que imaginamos), dirá que es cuestión del Estado Central. Rajoy, en nuestro caso, dirá que es cuestión de “Europa” (sea lo que sea esto).
Al final, al ciudadano español, no se la hace más que marear y confundir. No sabe a qué prestar atención, salvo a los clichés de desprestigio y simpleza intelectual extendidos por el sector popular de Internet. El show televisivo y en la prensa para tachar a Alemania es un escándalo. Esas viñetas y chistes sobre Alemania me parecen cuanto menos ofensivas. A cualquier lector que tenga un mínimo conocimiento de los millardos que debe España a Alemania supongo que le ofenderá tanto como a mí.
Los medios saben cómo conectar y crear corrientes de opinión: tocar el plano emocional de las personas (que hoy en día, por desgracia, es el dinero), tomarnos como ignorantes de la matemática básica, no crear más que problemas en lugar de buscar soluciones, hacer ruido sin ir al fondo de la cuestión, etc.
Y, por último, la forma más española de evadir responsabilidades es siempre atacar a la persona y no a la idea. Es decir, personalizar los hechos, que así se orienta más al debate personal y se deja el intelectual (que es más costoso tanto en términos de balance energético como en términos de lectura de libros) de lado. Vamos, lo que viene a ser un argumento ad hominem.
Sin embargo, cabe recordar que los hechos son ciertos (o no) independientemente de quién lo diga. Una mentira 1000 veces dicha no se convierte en cierta. Enraizar los problemas en origen Alemán u otros hombres de paja, hace que se pueda evadir entrar en el meollo del asunto.
Con este artículo no me acercaré a la postura intelectual de las opiniones populares. Pero sí que dejaré clara mi postura. Soy Europeo. Adoro Europa, soy una Europeísta convencida. España ha crecido una barbaridad con su entrada en la Unión Europea. Apuesto por la soberanía Europea.
Nos costará años, décadas, conseguirla, pero espero poder verlo. Y de eso tenemos que ser responsables. No solo durante los años buenos, y ahora dedicarnos a criticar, sino que siempre debiéramos asumir el papel que tenemos desde que decidimos entrar. Y no, estar fuera de este juego, no es buena idea.
Y no, la soberanía no está en los mercados. Estas posturas estructuralistas que citan a los mercados como unos mecanismos que rigen nuestras vidas y nuestro desarrollo personal me parece un programa estrella de Iker Jiménez, pero un debate poco serio y que aporta poco valor a nuestra sociedad.