En las últimas semanas seguro que habéis leído u oído por muchos lados que necesitamos más democracia directa y menos representativa. En definitiva, que los ciudadanos tengamos algo más que decir cuando los políticos tienen que tomar decisiones. Un debate con muchos años de historia, en la antigua Grecia de las polis ya se habló de ello (eso de “el pueblo gobierna“), también en Roma (República, del latín res publica, “la cosa pública, lo público“), modelo que siguieron los padres fundadores de EEUU.
En España, ya existe algún atisbo (poco más) de contemplar algo de ello. Fijaros en la Exposición de motivos de la Ley 8/1986 de 26 de Junio, de Iniciativa Legislativa Popular: “En el constitucionalismo contemporáneo se observa desde el término de la Segunda Guerra Mundial un proceso de adaptación del viejo armazón institucional de la democracia liberal basado en la intermediación entre los ciudadanos y los órganos constitucionales a través del mecanismo electoral, y centrado en el juego de las relaciones Parlamento-Gobierno, a una realidad social radicalmente distinta a la que lo alumbró y cuya nota más característica es el pluralismo y su ansia expansiva de participación.”
Dar más participación al ciudadano hoy en día no es tan descabellado. El timing es ideal: más tecnología para agilizar los procedimientos, y más enfado en el mundo Occidental (en otros lados bastante tienen con ser una democracia) hacia los representantes políticos.
Pero, ¿Cuáles son los límites de la participación ciudadana? Y más aún, ¿Qué necesita la política para que sea realmente representativa? ¿Ser más deliberativa o participativa? No lo sé, ciertamente de esos temas no soy más que una mera aficionada a leer.
Está claro que cuantas más personas participen en la toma de una decisión, más difícil es llegar a un acuerdo. De ahí que la crispación en el debate público sea algo casi hasta obvio. No es necesariamente algo bueno o malo (la eterna manía de calificación de la moral). Por ejemplo, si el Congreso de los Diputados solo constase de tres diputados, el gobierno probablemente tomaría las decisiones más rápidas. Pero, ¿Serían las decisiones correctas?
Sea lo que fuere, lo que sí que conozco es el caso de California, el cual enseguida veréis por qué no me acaba de convencer. Y no, el caso de Islandia de momento no me vale, creo que todavía no nos han contado todo. Y no, tampoco es la panacea del siglo, el aislamiento financiero y económico al que se verá sometida su economía, ¿La queréis para España? (un 40% de media de exportaciones dentro de la UE) Como en muchas otras cosas, depende del grado de democracia directa será bueno o mala.
California, uno de los 50 estados americanos (quizás el más conocido). Un inicio bastante complicado, con una tumultuosa fiebre del oro a mediados del Siglo XIX. La dureza climática de California no es baladí, de ahí que tampoco extrañe el Donner Party y sus prácticas de canibalismo como ejemplo de Darwinismo Social de la época. Esto da fruto a una élite política un tanto inestable desde el comienzo, aunque también aparecen los primeros emprendedores haciendo grandes beneficios gracias al oro.
Un clima Mediterráneo que nos es familiar (paralelo 40, más o menos el que pasa por Madrid – Castellón), pero mucho más montañoso y seco, que hace que el Death Valley o Valle de la Muerte sea uno de los puntos más secos y áridos del planeta (eso sí, precioso, os recomiendo mil estar ahí). Por si fuera poco, hay que tener en cuenta la niebla, terremotos, sequías, inundaciones e incendios, vamos, un polvorín para sorpresas climáticas.
Esas condiciones climáticas (que en cierto modo se parecen a las de Chile, aunque también con mucho metal precioso), hace que California sea conocido por sus vinos, frutas y productos vegetales. Pero desde hace unos años, si algo caracteriza California son las empresas tecnológicas y su manido Silicon Valley. ¿Todo pinta bien no?
¿Parece ser que este estado tiene que estar lleno de dólares? Nada más lejos de la realidad. En pocos años, California ha pasado a ser, en términos económicos, el peor estado de los 50 americanos. Su situación presupuestaria es catastrófica, teniendo que emitir pagarés (sí, como esos con los que jugabais en el Monopoly) para “pagar” (es un decir) el sueldo de los funcionarios, a tener que amontonar a presos en condiciones infrahumanas y a infra-financiar la educación (en un tiempo pasado fue el principal impulsor de su economía).
La democracia directa en California se asienta en tres procedimientos:
Recalls: Los ciudadanos pueden literalmente despedir a sus representantes políticos.
Referéndums: Los ciudadanos pueden anular iniciativas legislativas que hubiera adoptado la gente a la que habían votado.
Iniciativas: Los ciudadanos pueden escribir sus propias leyes.
¿Qué bien no? ¡Viva la democracia! Esto sí que es representar la voluntad de la polis, porque al final política no es más que eso, la política NO solo son los partidos políticos de hoy en día (y más en España). No tan rápido. Desde 1978, cuando la Proposición 13 redujo los impuestos a la propiedad, cientos de iniciativas han sido aprobadas en materias que van desde la educación hasta temas de drogas. La Proposición 13, dejó de ser una válvula (un bypass temporal) y en su lugar se convirtió en un motor, el elemento central.
Imagínate, lector, por un momento, que pasas de los estudios, y te encanta fumar marihuana tirado en la playa. ¿Votarías a favor de dotar de mayor presupuesto las becas? ¿O votarías legalizar el consumo de la marihuana sin límite alguno? (Disclaimer, antes de que me ataquéis, leed esto).
¿Cuál es el resultado? Pues un auténtico caos, como el que imperó en los comienzos californianos del canibalismo. Muchas de las iniciativas, ya os podéis imaginar hacia donde tiran, hacia la principal motivación del Homo Sapiens, el dinero. Muchas de ellas, han limitado los impuestos o aumentado el gasto público. Es obvio, si puedo legislar a mi gusto (más o menos, no es tan radical), prefiero que Hacienda me quite menos y me dé más. Lógica económica vamos. Pero también es mera contabilidad, que así no cuadran las cuentas, si te gastas más de lo que ingresas, el presupuesto es más difícilmente cuadrable.
Esto ha llevado a que actualmente las leyes más que hacerlas el gobierno estatal de California (un equivalente, más o menos, a los gobiernos autonómicos de España) las haga el pueblo. Que, insisto, suena bien, pero, ¿Qué papel tiene aquí el Gobernador entonces cuando el 70-90% de las leyes están repartidas en ramificaciones municipales? Por ejemplo, en el municipio de Santa Mónica una reciente propuesta (finalmente no se llevará “al pleno”) para prohibir la circuncisión. ¿De verdad que todos los ciudadanos del precioso Santa Mónica saben lo que es y sus repercusiones? ¿Y si a la prensa no imparcial (por describirla de alguna manera) le da por hacer una campaña para condicionar el voto?
Más casos. Colaboración público-privada para la construcción de un tren de alta velocidad que recorra el Estado de Norte a Sur. California tiene el mayor número de coches en propiedad en términos relativos del país, tiene unas carreteras de alta calidad y unas líneas aéreas envidiables.
Pues bien, de repente, sale la posibilidad de construir una línea de tren de alta velocidad con un presupuesto de 43.000 millones de dólares imitando el Shinkasen que une Tokyo y la zona Kansai (Osaka, Kobe, Kyoto y Nara). 30.000 millones de manos privadas, pero otros 10.000 millones fueron aprobados por los electores en 2008 en una emisión de bonos (los restantes 3.000 millones vendrían de manos federales). ¿De verdad era necesario? ¿Conocían la situación de las finanzas públicas y de infraestructuras? ¿Tiene California la suficiente densidad de pasajeros para hacer viable el proyecto? (Shunkansen lo logra con 180.000 pasajeros potenciales por milla, frente a los 85.000 que se alcanzarían con la población de 2025 en California).
Más casos. Además de la famosa Civil Rights Act de 1964 (que puso fin a la segregación racial a nivel federal), los estados también tienen la suya propia. La peculiaridad en California es que no se puede discriminar por vestir de manera extravagante o por preferencia sexual. ¿Y si les da por cambiar un tema tan “crítico”?
Cada vez más estados americanos tienen problemas con el asunto. Aproximadamente el 50% de los estados americanos tiene de alguna u otra forma vías de democracia directa. En Arizona, y tras un recall, puede ser el primer estado americano de la historia que despida (sí, como en las empresas) a un presidente del Senado.
Y como cuando América estornuda, Europa se resfría, ya estamos empezando a importar esto también. El Reino Unido celebró recientemente un referéndum que hacía años no celebraba para el cambio del régimen electoral. La Unión Europea ha introducido recientemente el primer proceso de iniciativa a nivel supranacional. En la UE, también, ya se trabaja en programas para el fomento de la participación ciudadana, como las Agendas Locales 21, los Planes Leader, etc. que tratan de acercar el proceso de toma de decisiones a la ciudadanía.
Ayer nos despertábamos celebrando que el primer ministro griego quería convocar un referéndum sobre las medidas de austeridad. ¿Usted votaría para que le rebajasen el sueldo?
Ahora bien, como siempre, también hay casos de éxito, claro. Suiza, lleva con procedimientos de democracia directa desde el Siglo XIX a nivel federal, y desde la Edad Media a nivel local. Y no creo que haya dudas que el tema funcione.
También existen casos más “exóticos”, como las antiguas colonias asiáticas, donde tras la independencia, se llevaron a cabo descentralizaciones administrativas por lo ingobernables que eran países tan grandes y populosos como Vietnam, India o Filipinas. ¿Resultado? Corrupción endémica de esos gobiernos locales. Vamos, la corrupción urbanística que tan bien conocemos entre el Atlántico y el Mediterráneo, aplicado a escala general, sin discriminar por industrias vamos.
En la India destaca el caso de Kerala, estado con 32 millones de habitantes. Un modelo de democracia directa que se complementó con una formación a sus ciudadanos. En 1996, se lanzó la Campaña de Planificación Popular: 100.000 voluntarios formándose en metodologías participativas. ¿Participaríais vosotros en España o vuestro país en algo similar? Imaginaros, curso sobre cómo afrontar las disputas entre los cargos electos locales, los técnicos y la burocracia; cómo tomar decisiones vinculantes en las asambleas; cómo evitar la corrupción; etc. ¿Temática interesante para “ir a clase no”? Cualquiera dejaría de salir un fin de semana para asistir a los mismos.
Vale, sí, en Kerala se ha producido una inversión del clásico “Primero el desarrollo económico y luego el social”. ¿Caso de éxito “exportable”? Pues no creo, que haya funcionado en una sociedad tan homogénea como la de Kerala no refleja su “exportación” a otros lados. También existen casos más a nivel local como Porto Alegre, Montevideo, Rosario, Chiapas, etc.
A ver, que claro que la democracia directa es un modelo que me encanta (y creo que a todos), pero lo único que intento transmitir que cuidado, como toda herramienta, el (ab)uso que se le dé puede ser contraproducente. La democracia adecuada es mucho más que un procedimiento de votación. Hay que deliberar (meditar los pros y contras), construir instituciones y hacer un equilibrio de poderes, informar, etc. ¿Fácil conseguir todo esto? Pues no.