Mujer sosteniendo el móvil con la aplicación de Tinder abierta

El fenómeno Tinder

Tinder es una aplicación que permite encontrar personas que nos puedan interesar

Seguramente a estas alturas ya conozcáis Tinder. El encontrar pareja tampoco ha quedado ajeno al mundo de las aplicaciones móviles. En otros tiempos, se usaban el chat y Messenger, los cuales ya supusieron una auténtica revolución para los que venían de una época en la que el “mundo físico” era la única alternativa. Pero hoy en día esto se ha acelerado mucho más, a golpe de “desplazamiento de imágenes”.

Y es que ahí radica el éxito de Tinder: su sencillez. Una aplicación que permite encontrar personas que nos puedan interesar. Para un usuario cualquiera es tan sencillo como iniciar sesión con nuestra cuenta de Facebook, Tinder extrae los datos del perfil, y empieza a sugerirte personas en base a esos datos descriptivos. Estos datos, obviamente, puedes cambiarlos para que ese emparejamiento sea aún más preciso. Y luego, puedes filtrar por distancia, género, edad, etc.

A partir de ahí, su uso es aún más sencillo. Te van apareciendo fotografías de otros perfiles que aparentemente se adecúan a tus criterios, y tú tienes dos acciones a ejecutar posibles: desplazar la fotografía hacia la derecha o la izquierda, en función de si esa persona te ha gustado o no. Sí, han leído bien, el concepto “me gusta” de toda la vida, a golpe de pulgar en tu móvil. Cuando dos perfiles se han gustado mutuamente, reciben una notificación y pueden empezar a escribirse a través de la aplicación.

Dada su sencillez, poco más que la gente lo ve casi como un juego. Cualquier rato libre sale eso “que llevamos dentro” que nos lleva a pensar que vamos a encontrar a la persona de nuestras vidas. Y nos ponemos a mover fotografías a la izquierda y a la derecha. Y Tinder, consciente de ello, no para de sacar funcionalidades que lo convierten cada vez en un mejor juego: notificaciones cuando en tu área hay 2 o 3 veces más emparejamientos de media de lo normal (para estimular al resto), los días más fáciles para ligar, hace un ejercicio de inclusividad para todos los deseos sexuales (de ahí el poder filtrar por género), conexión con los amigos en Facebook para estimular su uso, etc.

El éxito de Tinder es realmente espectacular. Según Deutsche Bank, está valorada ya en 1.200 millones de dólares, para sus 25 millones de usuarios registrados y su millón de usuarios de pago (con funcionalidades como encontrar perfiles por tu próximo destino de viaje o cambiar “Me gustas” que has marcado con antelación). Unos 30 millones de “matches” al día. Ha generado más de 9.000 millones de “matches” (emparejamientos) hasta la fecha. Ya un 15% de americanos usan estas aplicaciones para ligar en su día a día. Solo unas cifras para poner en contexto de lo que estamos hablando.

Sin embargo, a mí todo esto me llevaba a pensar varias cuestiones a nivel de impacto social y cultural. Especialmente, por lo que veo y escucho en mi entorno. Según los datos de usuarios que han publicado, el 45% de los usuarios está en la franja de edad entre los 25 y 34 años, seguido por el 38% que tiene entre 16 y 24 años. Me encuentro en el grupo de mayor uso de Tinder. Y por eso, ya digo, en mi alrededor escucho muchos comentarios.

Pareja teniendo una cita
Hay mucha gente que encuentra pareja en esta aplicación | Getty Images

Y de estos comentarios, nace la reflexión de pensar y reflexionar un poco más sobre este tipo de aplicaciones y la superficialidad que introducen en un elemento tan importante para nuestro esquema social como es el “emparejamiento“ (entiéndase el término, no busquen las cosquillas). Que una aplicación basada en técnicas de gamificación sea en la que confíamos para encontrar al amor de nuestra vida, hace que me susciten varias dudas y reflexiones (incluso en un plano moral) este tipo de aplicaciones.

Que Tinder confíe en el grado social de Facebook y sus datos, en la fortuna en sacar una buena fotografía, y en la disponibilidad a la que una persona acude a una cita de este tipo (“Si Tinder ha dicho que eres una persona para mí… ¡cómo no creermelo!“), me resulta bastante preocupante a nivel de cómo concebimos, repito, un acto tan humano como el encontrar pareja. No sé si no estaremos trivializando algo que debiera generar elementos de afinidad más profundos y sociales.

Un enfoque tan utilitarista y simple que yo creo que debe llevarnos un poco más lo que usamos y por qué lo hacemos. Cuando escucho historias cercanas de mis amigos y amigas, pues vamos, uno se alegra que haya encontrado pareja y estén felices. Pero, por otro lado, me resulta inquietante el proceso por el que se ha llegado a ello. Han llegado confiando en un algoritmo y un juego dentro de una aplicación denominada Tinder, que recomienda en base a los datos de Facebook y aquellos que nosotros le hayamos dado. Introduce un sesgo importante, y encima nos incita mediante técnicas de juego a dejar más datos aún respecto a nuestros gustos. Lo de los algoritmos de cajas negras, lo dejamos para otro día.

Algunas preguntas finales: ¿Qué pasa si tras el “enganchón” que llevamos encima en su uso decide empezar a cobrarnos? ¿Qué pasaría si no encontramos en ningún momento por fallos en la “caja negra” o localidad de los datos introducidos? ¿Qué pasaría si el algoritmo decide emparejarnos siempre con personas que no son de nuestro gusto? ¿Pensaríamos que no “valemos” para esto de estar en pareja? Se me ocurren más preguntas… pero solo trato de trazar esa línea de reflexión que introducía anteriormente.

En definitiva, estamos ante la posibilidad de estar generando un nuevo esquema de valores y prioridades en algo tan humano como el encontrar pareja. ¿No os parece realmente impactante? A mí no me termina de sorprender.