Si eres padre o madre estarás al tanto de los posibles problemas o molestias que pueden manifestar los niños a lo largo de su vida, pero independientemente de ser padres o no, el estreñimiento suele aparecer indistintamente tanto en la infancia como en la vida adulta, y por muchos motivos distintos.
El estreñimiento en sí tiene diversos orígenes y muy variados, aunque la mayoría de las veces se le achaque a la alimentación como la fuente del problema también puede estar ocasionado por otras causas, como enfermedades más graves, incluso tanto físicas como psicológicas.
En la vida adulta resulta más fácil detectar lo que nos ocurre, los síntomas son más fáciles de identificar, de tal manera que es bastante más sencillo llegar a determinar la gravedad de los mismos. Pero en la infancia, es complicado saber a ciencia cierta si tu hijo o hija está sufriendo más de la cuenta debido al estreñimiento, pues su capacidad para comunicarse está más limitada, sobre todo cuando son bebés.
Es por eso, que se requiere identificar a tiempo algunos síntomas visibles que nos darán la voz de alarma ante cualquier situación preocupante que tenga que ver con el estreñimiento.
En primer lugar vamos a definir e identificar qué es el estreñimiento en sí mismo, para saber cómo prevenirlo y mejorarlo si tenemos hijos que lo padezcan o que puedan padecerlo en un futuro. Es importante saber reconocerlo para tomar las medidas oportunas y acudir al médico con el bebé o el niño cuando sea necesario.
Se entiende por estreñimiento la escasa o nula evacuación de las heces o materias fecales. Normalmente se considera estreñimiento cuando la retención de las heces es más alta de lo normal; si es así, las deposiciones pueden ser menores a 3 durante la semana.
Al principio puede ocurrir un estreñimiento a corto plazo, es decir, en algún periodo en concreto el número de deposiciones desciende levemente, pero a medida que pasan los días y con un tratamiento adecuado vuelven a restablecerse.
Estos casos de estreñimiento en cortos periodos de tiempo suelen ser muy comunes cuando se cambia algo del patrón habitual de la rutina del niño, el horario de la comida, del sueño, introducción de algún alimento nuevo o restricción de otro alimento que consuma habitualmente.
Son varias las causas, pero en la mayoría de las ocasiones basta con reconocer el motivo principal para establecer un tratamiento adecuado, o simplemente incluso resolverlo sin más.
Sin embargo, existen momentos en los que el niño presenta estreñimiento durante un largo periodo de tiempo, y es ahí, cuando debemos optar por buscar ayuda, pues no es agradable -y mucho menos saludable- que un niño en época de crecimiento presente este problema intestinal durante mucho tiempo, ya que su estado podría agravarse y desembocar en problemas o enfermedades más graves, y bastante más complicadas de tratar.
Los síntomas más comunes de estreñimiento en niños son básicamente parecidos a los de un adulto, solo que hay que prestar más atención a los signos físicos que manifiesta, pues si son aún muy pequeños será más complicado comunicar por su parte lo que les sucede y más difícil aún reconocer por parte de los padres que su hijo tiene un problema.
Eso sí, a diferencia de lo que habitualmente podría llegar a pensarse en un primer momento, no es necesario fijarse tanto en la cantidad de veces que va un niño al baño (es decir, en la periodicidad con la que por ejemplo haría de vientre), y sí en las características de las heces.
Por ejemplo, se puede identificar la presencia de estreñimiento infantil cuando al niño le cuesta hacer de vientre, de tal manera que sus heces son muy duras, o presentar formas muy particulares, como en forma de bolitas. Sea como fuere, clasificaremos el estreñimiento según las etapas de los niños, siendo bebés, niños más pequeños y niños más grandes.
En cuanto, a los bebés es muy común que presenten estreñimiento nada más entrar en la etapa de introducción de los sólidos. Esto es así porque su pequeño sistema digestivo debe estar preparado para recibir un alimento diferente a la leche.
Recordemos que esta última no solo es líquida, ya que contiene otro tipo de nutrientes. Por eso, es tremendamente probable que surjan ciertos problemas, en especial durante las primeras semanas.
A la hora de introducir alimentos sólidos, es conveniente hacerlo poco a poco, a medida que el bebé los vaya asimilando. Hay que incidir especialmente en aquellos alimentos más alérgenos, donde habría que seguir la regla de los tres días, por si el bebé manifiesta algún tipo de alergia, identificar específicamente cuál ha sido originalmente el alimento que lo haya causado.
Por este motivo habrá que tener en cuenta los siguientes síntomas: las heces se presentan duras y en forma de bolas; le cuesta defecar, hace fuerza, le duele y llora; y las deposiciones son menores a tres en una semana. Dicho esto, es importante detectarlo a tiempo pues los bebés son los más vulnerables y se requerirá acudir al pediatra para resolver el problema lo antes posible.
En cuanto a los niños más pequeños, que han dejado de ser bebés, después de los dos años de edad, es cierto que tienden a manifestar prácticamente los mismos síntomas que los bebés. Eso sí, con alguna variable, como puede ser: dolor de barriga, hinchazón abdominal, exceso de gases, irritabilidad, deposiciones más grandes de lo normal.
También pueden presentar deposiciones menos frecuentes. En estos casos, debemos fijarnos si presentan restos de sangre, como consecuencia de la aparición de algún desgarro debido al esfuerzo realizado durante su expulsión.
Los niños más grandes quizá se niegan a ir al baño, pues al igual que los pequeños el esfuerzo que ejercen al defecar les provoca rechazo y prefieren negar o evitar ir al baño.
El dolor y la hinchazón son los síntomas más comunes y por supuesto las pocas veces que acude al baño a depositar se convierten en un patrón indicativo de que existe estreñimiento.
Para mejorar el estreñimiento independientemente en la etapa en la que se encuentren los niños, se suelen emplear medidas dietéticas. Estas tienen que ver sobre todo con la alimentación, como la toma de agua y la ingesta de alimentos con un alto contenido en fibra, sobre todo frutas como las ciruelas, las peras, manzanas o la papaya.
Además, es esencial aumentar la actividad física en niños más grandes, motivándolos a practicar un deporte que les guste. En los más pequeños sería ideal practicarles masajes en la zona abdominal y mover sus pies para estimularles el tránsito intestinal.
Será el pediatra o el nutricionista quien aconseje introducir ciertos alimentos o anular otros que son potencialmente negativos y que afectan de lleno y empeoren la mejora del sistema digestivo y su correcta funcionalidad.
También se pueden recurrir a medidas higiénicas aquellas que tengan que ver con establecer un horario para ir al baño, como una rutina y una higiene óptima y correcta de ese momento.
Y en otras tantas ocasiones, el tratamiento recomendado, siempre por un médico, será a través de fármacos como pueden ser los laxantes que ayudarán a regular el tránsito intestinal y mejorar el funcionamiento de la digestión durante un tiempo, hasta que el propio organismo lo realice por sí solo.
Los laxantes pautados serán diferentes en cada caso en concreto, Se dividen en diferentes clases; los lubricantes, los estimulantes, los formadores de masa, emolientes y osmóticos.
Es importante que sea cual sea el tratamiento indicado y marcado para mejorar el estreñimiento en los niños, se siga con firmeza y tanto los niños como los padres colaboren para mejorar y evitar en un futuro volver a sufrir estreñimiento.
Además de los niños pequeños, los bebés también pueden sufrir episodios ocasionales de estreñimiento, algo que suele ser más común cuando se pasa de la leche materna o de fórmula a la administración de sólidos (alimentación complementaria).
Eso sí, antes de hablar de problemas relacionados con el estreñimiento, debemos tener en cuenta que es algo normal que los bebés tiendan a pasar mucho tiempo entre deposiciones. Esto significa que la mayoría de las ocasiones es normal que un bebé pase días o incluso una semana sin defecar.
Aunque ante la duda es conveniente y fundamental preguntar siempre al pediatra, es conveniente hacer algunas cosas que podrían ser de cierta ayuda.
Como sucede con los adultos, el ejercicio físico y el movimiento activo ayudan a estimular los intestinos de los más pequeños de la casa. Sin embargo, es posible que el bebé todavía no camine, o incluso que si quiere gatee.
En estos casos, el papá o la mamá pueden mover con suavidad las piernas del bebé para ayudar a que los intestinos funcionen y así aliviar el estreñimiento. Para hacerlo, debemos colocar al bebé acostado boca arriba, y moverle suavemente las piernas para imitar el movimiento de andar en bicicleta.
Como te hemos mencionado en una ocasión anterior, determinados cambios en la dieta pueden ocasionar la aparición de un estreñimiento ocasional, al igual que otros podrían incluso ayudar de manera positiva en este sentido. Aunque estos cambios variarán dependiendo de la edad y de la propia dieta del pequeño.
En el caso de que el estreñimiento se origine cuando el bebé todavía está alimentándose con pecho, la mamá puede eliminar determinados alimentos que podrían tener una causa indirecta, como por ejemplo es el caso de los lácteos.
En esta ocasión nos encontramos ante un poco de prueba y error, lo que significa que es necesario reducir o eliminar algunos alimentos, para identificar qué cambios en la dieta ayudan. Aunque debemos tener en cuenta algo fundamental: es bastante posible que los cambios en la dieta de la mamá no tengan prácticamente ningún efecto, ni positivo ni negativo.
No obstante, en el caso de que el bebé ya esté alimentado con leche de fórmula, una buena recomendación es probar un tipo de leche de fórmula diferente.
Al igual que cuando el bebé está comiendo alimentos sólidos, es recomendable que los padres intenten introducir aquellos alimentos, adecuados para el bebé, que sean fuentes interesantes de fibra. Un buen ejemplo lo encontramos en determinados cereales integrales, como la avena, en frutas como las manzanas cocidas (sin piel), el brócoli, las peras, ciruelas y melocotones.
Ofrecerle al bebé un baño tibio no solo puede ser relajante desde un punto de vista emocional y físico. También es capaz de relajar los músculos abdominales, y ayudarlo a dejar de esforzarse cada vez que va a hacer caquita.
De hecho, como opinan muchos expertos, también podría ser de cierta ayuda a la hora de aliviar algunas molestias comúnmente relacionadas con el estreñimiento.
Por lo general, los bebés pequeños no necesitan líquidos suplementarios, como el agua, ya que obtienen la hidratación que necesitan de la leche materna o de la leche de fórmula. Sin embargo, aquellos bebés que se encuentren estreñidos sí pueden beneficiarse de una pequeña cantidad de líquido adicional.
Por ejemplo, muchos pediatras aconsejan añadir una pequeña cantidad de agua u, ocasionalmente y siempre que sea adecuado, jugo de frutas natural.
Esta última opción podría ser aconsejable en bebés a partir de los 4 meses de edad. Por ejemplo, a partir de esta edad el pequeño puede tomar una pequeña cantidad de jugo de frutas, como jugo de manzana o ciruela al 100 por ciento, lo que podría ayudar positivamente en caso de estreñimiento.
De acuerdo a los expertos, el azúcar presente en el jugo se caracteriza por ser difícil de digerir, por lo que ingresa una mayor cantidad de líquido a los intestinos, lo que podría ayudar a ablandar y descomponer las heces. Eso sí, siempre debe hacerse bajo la recomendación y el consejo del pediatra.
Como te hemos mencionado, recuerda que el estreñimiento en los niños no tiende a producir algunos de los síntomas que comúnmente más se asocian al estreñimiento en los adultos. Por ejemplo, una de las principales señales es que al niño le cueste defecar con normalidad, y que las heces se encuentren muy duras o presenten formas características (como bolitas).
En el caso de los bebés, también es imprescindible atender a algunas señales y síntomas, como: heces poco frecuentes que presentan una consistencia dura (es decir, no son blandas), gránulos duros presentes en las heces, largos períodos de esfuerzo y o llanto al intentar defecar, falta de apetito, abdomen duro, consistencia de materia fecal similar a la arcilla.