Dos agentes de policía de espaldas con uniformes de los Mossos d'Esquadra frente a un conjunto de edificios residenciales.
POLÍTICA

Suecia, de modelo de prosperidad a paraíso criminal: ¿Puede pasar en Cataluña?

El descontrol migratorio, la permisividad de las leyes y la proliferación de armas abonan el terreno para las mafias

Hace treinta años, Suecia creó la ilusión de que la prosperidad económica, la libertad y la igualdad podían crear un estado perpetuo de seguridad ciudadana. Pero la autocomplacencia y el buenismo derrumbaron aquel sueño. En solo unos años ha pasado de estar entre los lugares más seguros de Europa a liderar los índices de criminalidad de los países desarrollados en el mundo.

Un agente de los Mossos d'Esquadra de espaldas con un fondo de casquillos de bala desenfocado.

En el año 2000 Suecia estaba en el puesto 18 de los 22 países europeos en muertes por arma de fuego. El país registraba dos muertes por cada millón de habitantes, casi dos puntos por debajo de la media europea.

Pero las cosas se empezaron a torcer en la primera década de los dos mil, y en 2017 se habían doblado los indicadores. Mientras en Europa bajaban los muertos por armas de fuego, en Suecia se disparaban. Y así fue como Suecia pasó del puesto 18 a ocupar la segunda plaza, sólo por detrás de Croacia.

¿Qué ha pasado en Suecia?

Varios factores contribuyeron a este deterioro, pero el reto migratorio ha sido claramente decisivo. El Consejo para los Refugiados situó a Suecia como noveno país del mundo con más solicitantes de asilo por habitantes en los últimos quince años. Entre 2010 y 2020 fue el país de Europa que más acogía, el equivalente a un 2,7% de su población. 

Hoy una quinta parte de la población sueca ha nacido fuera y cuenta ya con cientos de miles de inmigrantes de segunda generación. Más allá de las cifras, Suecia ha tenido un grave problema de integración. La mayoría de estos inmigrantes viven en zonas segregadas, no hablan el idioma local y tienen muchas dificultades para integrarse en el mercado laboral.

El resultado ha sido la aparición de bolsas de pobreza en barrios periféricos de las grandes ciudades, que poco a poco se han ido convirtiendo en zonas al margen de la ley. En paralelo, se incrementó la entrada de armas ilegales a través de la ruta de los Balcanes. De pronto el país tenía guetos que el Estado era incapaz de controlar, y un amplio contingente de armas de fuego fuera de control.

Un autobús en llamas en una calle durante la noche con un policía en primer plano y señales de tráfico visibles.

La creación de estos espacios de impunidad con suministro de armas a discreción atrajo bandas del crimen organizado internacional. Empezaron a competir por la mercancía y el territorio, cada vez con más violencia. Estas bandas suelen utilizar a menores extranjeros para burlar la ley, pero su inexperiencia les lleva a cometer errores y ya han muertos varios civiles.

En definitiva, en Suecia el aumento de la violencia está relacionado con la proliferación del tráfico de drogas en zonas socioeconómicamente deprimidas y al margen de la ley. En Cataluña está pasando algo similar.

¿Puede acabar Cataluña como Suecia?

En Cataluña, el auge de la delincuencia convencional (robos, agresiones, peleas...) coincide con un incremento de la actividad de las mafias. Aquí el origen ha sido claramente la proliferación del cultivo y el tráfico de marihuana. Esto se ha visto favorecido por el buenismo y la permisividad de los poderes públicos en los últimos años.

Como en Suecia, en Cataluña ha habido una promoción consciente de la inmigración que se ha ido concentrando en guetos de la periferia de las grandes urbes. La aparición de zonas al margen de la ley y el incremento de las armas fuego han abonado el terreno para el crecimiento de las bandas criminales. La lucha por la mercancía y el territorio ha desencadenado la violencia estos últimos meses.

En 2024 aumentaron un 23% los tiroteos y se requisaron 445 armas de fuego. Y 2025 va camino de récord.Cataluña está siguiendo el camino de Suecia, donde las autoridades ya han dicho que hará falta al menos una década para recuperar el control de la situación. 

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