Tres personas hablando en un parlamento con fondo desenfocado de asientos y público
POLÍTICA

ERC, Comuns y CUP: tres muletas que no quieren parecerlo

Con el colapso procesista, el espacio de la izquierda ‘woke’ ya no da para mantener a tantos partidos

En tanto que Salvador Illa es una creación de Pedro Sánchez (de ministro a candidato) tiene sentido que Illa replique dinámicas sanchistas. Una de las más claras es tener un gobierno minoritario con varios socios, pero sorprendentemente estable. El caso de Sánchez es clamoroso. Hace por lo menos siete años que se dice que es “rehén” de uno u otro partido, pero sigue en Moncloa y ha visto desfilar muchos cadáveres políticos.

En Cataluña, pasa algo parecido, con la diferencia de que Illa lleva mucho menos tiempo que Sánchez. Se dice - sobre todo por parte de la oposición - que el PSC es rehén de sus socios. Pero lo cierto es que el PSC tiene más poder que casi nunca, empezando por la Generalitat y terminando por Barcelona.

En este sentido, se produce una curiosa convergencia entre la oposición a Illa y los socios de Illa. Y es que a los socios de Illa ya les va bien desempeñar el papel de socio minoritario que dice marcar la agenda del Govern. El problema es cuando se constata que estos socios obtuvieron sus peores resultados electorales en las últimas elecciones. 

Un hombre con gafas y traje azul sostiene un bolígrafo azul mientras está sentado en un asiento rojo.

Aun así, se observa cierta división del trabajo entre ERC, Comuns y CUP con el fin de no pisarse demasiado en su propio teatro. ERC, por ejemplo, está muy concentrada en la financiación singular y en vender la idea de que Cataluña está más cerca de la independencia. Comuns y CUP, en cambio, pelean en la subasta intervencionista del mercado inmobiliario y en otras chucherías ideológicas.

Y, siguiendo la metodología sanchista, el PSC se compromete a cualquier cosa con sus socios porque saben que no les interesa un adelanto electoral. De este modo, Illa replica la estrategia de Sánchez: compromisos a largo plazo y estabilidad a corto. A partir de aquí, la legislatura avanza día a día sin tocar los asuntos clave (inmigración, vivienda, colapso educativo, etc.).

¿Y el riesgo? Ellos mismos

ERC, Comuns y CUP no compiten con el PSC, sino contra ellos mismos. Es más, compiten por el menguante espacio electoral ‘wokista’, que ha colapsado a la estela del procés. Con una Cataluña abocado a un realismo que se abandonó durante una década, ya no hay suficiente espacio en el ‘wokismo’ para todos los partidos.

Además, se da por descontado que la famosa “unidad” de la izquierda soberanista es como la “unidad” independentista: un recurso partitocrático sin sustancia real. Cuando compiten electoralmente, Comuns, ERC y CUP se intentan diferenciar con debates bizantinos. La CUP acusa a los demás de no ser radicales, ERC y Comuns acusan a la CUP de ser demasiado radicales y ERC achaca a los Comuns no ser independentistas.

Un grupo de personas camina por un pasillo con cortinas rojas, llevando carpetas y libros.

Como era de esperar, esto acaba beneficiando al PSC. A Salvador Illa le ha bastado un discurso del aroma de Zapatero: diálogo, derechos humanos, la gestión no entra en conflicto con el humanismo, etc. Por no hablar de que el PSC tiene la ventaja de estar en el poder, es decir, de capitalizar institucionalmente lo que se logre hacer (vivienda, por ejemplo).

En última instancia, toda esta situación no es más que otra expresión del reajuste político que se vive en Cataluña. El tránsito entre la Cataluña procesista y la postprocesista necesitaba por lo menos una legislatura, que es la actual. Esto es lo que explica que los partidos catalanes transmitan una fuerte sensación de prepararse para el 2027.

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