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POLÍTICA

El bloqueo político o como el procés ha convertido Cataluña en un país ingobernable

La ruptura de los bloques y la fragmentación parlamentaria dificultan la formación de una mayoría parlamentaria

Cataluña celebra el próximo 12 de mayo unas elecciones clave en las que se decide seguir con el Procés o abrir una nueva etapa. La realidad es que, con las encuestas en la mano y teniendo en cuenta el escenario actual, parece difícil que alguien pueda ensamblar una mayoría parlamentaria. La explicación está en la ruptura de los bloques políticos, consecuencia de diez años de procesismo.

La política catalana estuvo siempre marcada por la división izquierda-derecha, en la que CiU hegemonizaba el espectro nacionalista conservador, y ERC, PSC e IC-V hacían de contrapeso. La irrupción del procés introdujo la variable independentista, que fulminó la tradicional división izquierda-derecha. Ahora el nacionalismo conservador no tiene suficiente fuerza para gobernar solo como en tiempos del pujolismo, y ERC rechaza gobernar con el PSC dificultando así la formación de un gobierno de izquierdas.

Puesto que el PSC no tiene con quien formar una mayoría y que el independentismo, según las encuestas, tampoco suma, lo más probable es que haya un bloqueo y nuevas elecciones. No es nada nuevo, teniendo en cuenta que en los últimos 18 años ha habido siete elecciones en Cataluña. Una muestra más de la destrucción a la que ha llevado el Procés, que no parece tener solución a corto y medio plazo.

Bloqueo político y repetición electoral

Las encuestas señalan a Salvador Illa como claro vencedor de las elecciones, pero lejos de la mayoría para formar gobierno. Si no es capaz de convencer a ERC para formar un tripartito con los Comunes, la gobernabilidad en Cataluña se complica mucho. Solo hay dos alternativas más: que el independentismo (ERC, Junts y CUP) consiga superar los 68 diputados, o que Puigdemont gane las elecciones y Salvador Illa facilite su investidura.

Con el previsible margen de error de las encuestas, es muy poco probable que haya un vuelco lo suficientemente grande como para evitar el bloqueo. Esto se explica por la existencia en Cataluña de tres grandes partidos (PSC, ERC y Junts) con un voto muy estable, entre 30 y 40 diputados, y varios partidos por debajo de los 10 escaños. Esto hace muy difícil que uno de los grandes partidos pueda superar los 40 diputados, y que los de abajo, como PP, Vox, los Comunes y la CUP, consigan ir más allá de los 10-15 diputados.

El problema para Pere Aragonès y Carles Puigdemont es que el crecimiento de uno va en detrimento del otro, poniendo así en riesgo la mayoría independentista. Las nuevas alternativas como Aliança Catalana, lejos de solucionar el entuerto, lo complican aún más. Porque a parte de dividir el voto independentista favorecen la polarización ideológica del mismo, dificultando así la formación de una mayoría.

Crisis política e institucional

Con el tiempo se ha demostrado que el procés no era un proyecto de liberación nacional, sino una lucha por el poder entre los partidos nacionalistas. El fracaso del procés ha recrudecido aún más el enfrentamiento entre ERC y Junts, que sufren una crisis de confianza del electorado al mismo tiempo que florecen nuevas alternativas nacidas de la frustración. Esto deja un país totalmente ingobernable, porque ni el independentismo tiene suficiente fuerza, ni la izquierda y la derecha constitucionalista puede formar una mayoría parlamentaria.

El problema es que no hay solución, ya que la fragmentación parlamentaria y la ruptura de los bloques dificulta la aparición de nuevas mayorías. Los procesistas no tienen fuerza para gobernar, pero tienen suficiente estabilidad como para mantener su presencia e impedir una alternativa. La única opción de pasar página al procés sería una alianza constitucionalista, pero para ello el PSC tendría que pactar con PP y Vox.

Si nada lo remedia, y parece que no, Cataluña irá a una repetición electoral con el riesgo de repetir los mismos resultados y eternizar el bloqueo político. Esto plantea una crisis política e institucional de consecuencias imprevisibles, también para el Gobierno de España. Por eso tampoco hay que descartar que Illa reciba órdenes de Ferraz para hacer algún movimiento inesperado que desbloquee la situación.

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